Cómo impacta en la salud perder el trabajo

Crisis vital. La sufre tanto la persona que se queda sin empleo como su entorno. Recomiendan ante todo no aislarse, participar en grupos de pares y aprovechar la capacidad de resiliencia para sobreponerse.  

Periodista

 Por Rosana Guerra - Periodista -

Sentimientos de angustia, ansiedad, depresión y una profunda sensación de frustración son algunos de los estados característicos de las personas que se quedan sin empleo. Para todo aquel que atraviesa esta traumática circunstancia supone una crisis no sólo económica, sino también vital: una pérdida, un duelo que afecta tanto a la persona como a su entorno familiar. Este escenario se agrava para los mayores de 45 años que por diversas razones quedaron excluidos del mercado laboral, pues tienen menos posibilidades de reinsertarse, debido a que la mayoría de las ofertas laborales en Argentina son para personas de hasta 35 años.

La contención familiar y del círculo íntimo de amigos es muy importante para lograr la resiliencia y que la persona pueda reconstruir su proyecto de vida. Hay quienes tienen sentimiento de culpa y vergüenza por quedarse sin empleo. “Se sienten responsables por este supuesto fracaso. Esto se debe a que este sistema impone modelos donde importan el éxito y la responsabilidad individual. Por eso es clave buscar apoyo en su grupo familiar o en sus redes de afectos y, en caso de ser necesario, no dudar en consultar con un profesional de salud mental”, considera Jorge Cáceres, presidente del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba.

Si bien no todos la tienen, la sensación de volverse invisible al perder el empleo suele ser un rasgo común. “El desafío es afrontar el grado de incertidumbre que se genera por no saber si se va a encontrar un nuevo empleo o, al menos, un nuevo trabajo”, propone Mónica Pan, docente en Psicología Organizacional, Laboral y Psicología Social de la Universidad Católica de Córdoba. Pan agrega que lo importante es valorarse lo suficiente como para considerar que lo que se hacía antes no es la única opción. “Hay que encontrarse con los propios recursos, las capacidades, y transformar esta situación de cambio dolorosa en una oportunidad para generar nuevas cosas”, sostiene.

En el imaginario colectivo está la idea de que, pasada la barrera de los 40 años, una persona está en desventaja en relación con los más jóvenes. “Como si el cúmulo de experiencias no tuviera valor y el solo hecho de haber transitado cursos de capacitación diera mayor capacidad que la práctica concreta. No se valora la necesaria concatenación de estos conceptos. Sumamos a esto que los discursos de otras generaciones sostenían la permanencia en un trabajo como un valor sustancial. La culpabilización personal y la famosa cultura del éxito hacen que la sintomatología de quienes quedan fuera del mercado laboral sea variada”, señala Cáceres.

Sentimiento de pérdida

Quien se queda sin empleo, sea cual fuere su condición evolutiva, comienza a transitar por un sentimiento de pérdida. Es decir, entra en un proceso de duelo. Algo se perdió con diverso valor: un ingreso económico, un tiempo ocupado con horario, compañeros y objetos de trabajo entre otras cosas. Y esas pérdidas ?duelen.

El momento de desvinculación, así como la búsqueda de trabajo, hacen que la persona se enfrente cara a cara con la incertidumbre y con un marcado sentimiento de vulnerabilidad frente a su realidad, que ha cambiado y sobre la cual siente no tener “el control”. Ante el desempleo se activan creencias disfuncionales ligadas al trabajo, que responden a un paradigma social que confunde la valía del “ser” con el “hacer” y el “tener” (“necesito encontrar un trabajo para volver a sentirme digno, útil y valioso”).

“El enfoque desde el cual partimos es precisamente el inverso”, indican desde la asociación civil Diagonal, con sede en Buenos Aires, entidad que se ocupa de contener y asesorar a personas que se quedaron sin empleo. Se espera que la persona pueda conectarse con su ser esencial a través de una visión integrada de sí misma de manera que al finalizar el Programa de Reinserción Laboral las expresiones de los participantes se acerquen más a la siguiente: “Me siento útil, digno y valioso, por eso busco un trabajo que me permita desplegar mis aptitudes y desarrollar mis intereses”. Por aquí es por donde pasa la resiliencia en estos casos, por la capacidad de tener un registro real de las propias fortalezas y debilidades a pesar de los contratiempos y frustraciones que el desempleo genera”, sostiene Milagros Abud, coordinadora psicológica de Diagonal. Una tendencia muy común en esta población es inclinarse hacia el aislamiento. Esta actitud se genera por la sensación de incomprensión por parte del entorno, ante el cual suelen proyectar sus propios miedos y demandas sintiéndose excluidos, cuestionados, juzgados, exigidos o ignorados.

Como toda pérdida, implica un duelo y hay que transitarlo. “Cuando una persona pierde un empleo, esta situación devasta su identidad, en muchos casos el desempleado comienza a despersonalizarse”.

También, el desempleo genera angustia y ansiedad debido a la pérdida del lugar donde se ha construido identidad y sentimientos de pertenencia, tanto por el rol que se desarrollaba en la actividad como en la interacción con los compañeros de trabajo en la vida cotidiana. Además, puede llevar a depresiones que aíslan al sujeto de la vida social.

Miedos

“El miedo a no poder recuperar su vida, su estatus o fuente de ingresos puede ser una característica acentuada por la edad”, señala Matías Dreizik, vicepresidente del Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA) e investigador del Equipo de Psicología Política de la Universidad Nacional de Córdoba.

Los especialistas también advierten sobre el fenómeno de la desocupación laboral no sólo entre mayores de 45 con alto nivel de estudios y trayectoria laboral, sino también el grupo de adultos de sectores vulnerables que transitan toda su vida con precariedad laboral extrema. “¿Qué ocurre con los trabajadores de sectores sociales empobrecidos que constantemente se encuentran a la espera de una “nueva changa”? A estos los podríamos denominar los excluidos invisibles “eternos o estables al sistema”, agrega Deolidia Martínez.

La imposibilidad de acceder a un empleo estable puede también afectar o retrasar otros procesos de maduración en la vida. Las personas van postergando proyectos u objetivos, lo cual también puede afectar a la persona que centra su identidad en un posible trabajo.

Córdoba: 14/05/2014

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