“PONETE LA CAMISETA” : Segundo Premio – 10º Concurso Sin Presiones 2019

                                                                         
                                                                       ” Ponete la camiseta “ 
CAMISETA 1

_Maldición, ahí viene de nuevo la vieja…

Marta se acercaba lentamente a los empleados del negocio de computadoras. Curvada la espalda, sus manos  apoyadas en las manijas del andador, sus pies chasqueando por el piso.

Dolores le sonrió. Conocía a Marta desde que comenzó a trabajar  como encargada de la sucursal Caballito de AppMundo en el turno tarde. Emiliano, excelente vendedor del negocio, sin saludar y visiblemente fastidiado, preguntó con premura a la mujer si había retirado su reclamo.

Las manos huesudas de Marta presionaban el caño del andador. Desvió la vista hacia el muchacho llevando levemente la cabeza hacia atrás.

_ Por supuesto que no.

Fue una respuesta cortante.

_ Porque aún no me devolvieron el dinero . En el resumen de la tarjeta me cobraron otra vez y eso no está bien…

El joven le recordó que la empresa  le había aceptado la devolución. Que ella debía poner punto final al reclamo.

_ Ya le van a descontar. Es una cuestión de la tarjeta.

_ No me entendés vos, yo no devolví nada, directamente nunca compré esa…  asistencia…¿Cómo es?

_ Asistencia técnica _ acotó Dolores con  amabilidad

_¿Qué? ¿Ud dice que la empresa inventó la compra con su tarjeta?

_ Y, yo  digo…Lo que sé es que nunca firmé la renovación y me la hicieron automática y  la mandaron a la tarjeta, o qué sé yo…Y parece que esto lo hacen mucho porque en Internet…

Emiliano la interrumpió. Dio casi una media vuelta preocupado por la cercanía  de algunos clientes que escuchaban la conversación. Tensó el rostro empujando las comisuras de la boca hacia atrás. Seguramente buscaba complicidad. Era evidente que perdía la paciencia ante la insistencia de la mujer.

_ ¿Qué? ¿Somos ladrones? ¿Es eso lo que dice?

Marta se sentó en una silla ofrecida por Dolores. Se movía lentamente, haciendo un intervalo antes de proseguir. Suspiró. Sentía dolor frente a este pavo real que la increpaba. Más aún pensando que  probablemente el muchacho andaba por los treinta, como uno de sus nietos.

_ Si la empresa dice con seguridad  que yo firmé para tener el servicio ¿por qué no me muestra la documentación? ¿O es habitual que  la tiren  a la basura?

_ Marta, es que dicen que es muy engorroso traerla a la sucursal …

_  Mi querida Dolores ¿te creíste eso?

_ ¡No falte el respeto señora, a usted se le dio una solución! _ dijo Emiliano en voz excesivamente alta.

Marta se puso de pie  con esfuerzo.

_ ¡Pobre muchacho esclavo de AppMundo! ¿No te das cuenta que es una estafa que si pasa pasa? Sos un empleado, muchacho, y te crees dueño. Un día a la calle y si te he visto…

Continuaba hablando mientras les daba la espalda y se encaminaba hacia la puerta.

_Señora, Dolores bien le dijo que es muy engorroso para nosotros traer esa documentación a la sucursal. ¡Gracias que le permitieron volver atrás el compromiso!

¡A Ud nada le basta! ¡Demasiada  paciencia le tuvo la empresa!

Algunos clientes observaban la situación y Emiliano repetía que ellos no eran estafadores.

Dolores tocó el brazo del compañero para dar fin a  la escalada. Le dolía el trato que le daba a Marta. Todos los días la mujer pasaba  por el frente del negocio y los saludaba. ¿No era acaso esa vecindad y afecto lo que promovía la empresa para armar la clientela? Era cierto que la oficina central de AppMundo no  mostraba ninguna prueba para refutar el reclamo de Marta y que finalmente había encuadrado la queja en la palabra Devolución.

Le habían explicado que sería una complicación innecesaria el envío a la sucursal del compromiso de pago. Que la cuestión se solucionaba poniendo Devolución de producto o servicio. Fue entonces cuando  Dolores decidió buscar vía Internet los reclamos hechos a AppMundo a lo largo del tiempo. Y se sorprendió  por la cantidad y la diversidad de esos reclamos. Pero no se atrevió a contarle  a Emiliano ya que él siempre insistía en  que para  lograr un buen desempeño y permanencia en un trabajo es de rigor “ponerse la camiseta”.

Marta  salió del negocio sin saludar, visiblemente apenada por tanta injusticia y maltrato.

Dolores  mintió un  gran apuro para ir al baño. Deseaba estar sola, fuera de la vista de sus compañeros. Recordaba la primera reunión de la empresa. Casi  todos los candidatos eran menores de veinticinco años, con la alegría de haber pasado los primeros tramos de la evaluación. A ella le gustó el discurso de bienvenida en  un  posterior agasajo a los  que habían  logrado el ingreso  laboral:

“Uds han ingresado a la comunidad de AppMundo, empresa que valora la transparencia y que sostiene una ética en estos tiempos  de tanta corrupción. El objetivo de vuestro trabajo es  crear una alta confiabilidad en el vínculo con los clientes….”

La joven, apoyada en el borde del lavatorio, tenía la mirada puesta en su propio rostro desencajado y no paraba de llorar.

Emiliano dio unos golpecitos suaves en la puerta del baño.

_ ¿Estás bien, Doly?

_ Sí, sí…

Ella pensó que de todos modos él era un buen chico. Con dos hijos pequeños para  mantener, sostenía el puesto de trabajo a cualquier costo.

_Doly, tranqui..¿En serio estás bien? ¿Necesitás algo? No te calentés, esa vieja no jode más.

María Cristina Beovide  (Lic. en Psicología y Sociología- Centro de Salud del Gobierno de Buenos Aires)- CABA

 

El Jurado expreso: Cuento en torno a las angustias de “ponerse la camiseta” al trabajar en servicios de atención al cliente. Muestra con matices entre cada personaje un excelente ejemplo de las presiones que atraviesan estos/as trabajadores/as en las empresas de servicios tecnológicos.

En “Maldición, ahí viene de nuevo la vieja”,encuentra un comienzo cautivador que te involucra de inmediato en la búsqueda de saber qué sigue. Buenos diálogos y en la construcción de los personajes (la caricaturización del empleado como pavo real es extraordinaria) logra una genial triada entre la impotencia, el consuelo y…la camiseta.

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