Titulo: “La Decimosegunda”
Cinco años de ejercicio y la paciente de hoy es la decimosegunda que me cuenta que sufrió un abuso sexual.
Y eso que no cuento a las tres personas que fueron testigos o que se lo confiaron sus cercanas. Doce, las enumero mientras camino las nueve cuadras que me separan de la parada del colectivo. También está el niño, el que tuve que derivar.
En el consultorio la mayoría de pacientes infantiles son varones. La mayoría de pacientes adultos son mujeres.
En el área numérica de mis recuerdos he perdido algunas cuentas. Pero las historias no se olvidan. La tercera, abusada por su padre. La octava, víctima de un ex novio manipulador. La primera, cómo olvidarlo, su despreciable abuelo. Yo anoto sus historias clínicas, pero estas no se me olvidan.
Muchas personas han pasado en estos cinco años por el sillón de mi consultorio. Cruzando la Pueyrredón, ellas vienen a confiarme sus más crudas realidades. La cuarta paciente me relató cómo su primo abusó de su hija, nunca lo pudo procesar. Su hija tiene 38 años, la culpa en la madre tiene 32. La culpa en el primo aún no nace.
Llevo seis minutos en la parada. La paciente de hoy se tuvo que quitar el barbijo para sonarse la nariz. Las lágrimas se las limpió por arriba. Mis ojos también picaban. Tenía quince años, se reta por no habérselo dicho a nadie. No le salía. Ella es la decimosegunda, no creo que sea la última.
Eso significa que hay doce abusadores. Doce personas abusaron sexualmente de mis pacientes. Once, si restamos el despreciable abuelo muerto. Catorce si cuento a los testigos. Quince con el niño.
Y eso, solo en estos cinco años.
Seguramente en unos años llegarán quienes estén siendo abusadas en este mismo momento. En estos dieciocho minutos que llevo esperando el colectivo, cuántas personas estarán siendo traumatizadas y marcadas por el fuego de un manoseo, de la pedofilia, de una violación, de la trata.
Los traumas no se olvidan, se repiten. Mi mente también repite los recuerdos que me han dejado. La quinta me habló de su padre, durante tres años, cada semana. Fue en extremo difícil. El décimo fue un joven, abusado por su tío. No creo que sea el mismo tío de la séptima. Otra situación que se repite es el reproche. A sí mismas por no poder denunciar, a la madre que no las supo cuidar, al padre que no les quiso creer. La sexta paciente ya había trabajado en ello, venía de tratamientos anteriores. Con la decimoprimera aún estamos en proceso. Tengo veinticinco minutos esperando el colectivo. Tenía veinticinco la segunda paciente, que aún seguía en pareja con su abusador cuando consultó. Sonrío al pensar en ella y recordar que se separó.
En el consultorio la mayoría de pacientes infantiles son varones. Luego de algunos años son pocos los que continúan o retoman la psicoterapia. Los adultos son en su mayoría mujeres. La novena era jubilada, le costó decidirse a consultar. Le agradecí que se animara.
Luego de treinta y tres minutos llega el colectivo. Dejo en el asiento de la parada las enumeraciones. En el área verbal de mi memoria tengo presente sus historias. Esas que se repiten, esas que no se cuentan con números.
Carla Abib Oliva - Licenciada en Psicología - Ciudad de Córdoba
Segundo Premio del 12° Concurso Sin Presiones Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs
Organizado por el ISLyMA – Córdoba setiembre de 2021
JURADO: “Las historias no se olvidan”. El relato enumera las historias clínicas de víctimas de abuso. Cita: “Los pacientes infantiles son varones. La mayoría de pacientes adultos son mujeres”. La terapeuta enumera casos y situaciones mientras espera el colectivo. El relato es un testimonio firme y valioso sobre traumas y delitos que engrosan una lista que la sociedad no quiere ver.