Mención 13° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

Título:  Trabajo de lo que puedo

I

_ Hace la nota, pero nada de moralinas, please.

Natalia asintió sin atreverse a bajar las comisuras de los labios ni a levantar los hombros en señal de qué me importa y andá a cagar.

_ Familias con suerte _ respondió la joven

Maternidad MARC CHAGALL

Maternidad
MARC CHAGALL

Y rápidamente agregó:

_….  porque así se piensan.

_Es una ironía ¿no? _ dijo el hombre con evidente enojo y se puso de pie                         haciendo un gesto con el dorso de la mano hacia adelante como espantando a               un bicho.

_ ¿Me voy?

_ ¿Qué te parece?

Natalia había cruzado el umbral de tolerancia de su jefe.

            II 

           Un entramado novedoso: la gestación subrogada.

             Un testimonio.        

“Fue una suerte. Una verdadera suerte cuando el intendente nos trajo al barrio a Don Alberto, que ayuda a que tengan familia a los varones que son maricas. Primero nos hicimos lío con lo que nos pedía. Es que era raro. Muy raro. Tener otro hijo pero que no era hijo para criarlo. Y lo iban a pagar. Y bien lo iban a pagar. Después algunas decían están vendiendo hijos, que no sé qué, pero el hijo de una es de su sangre y éstos no son de su sangre. Don Alberto dijo que el cuerpo nuestro, la panza, es una casita durante todos los meses, que nosotros debíamos cuidar. Como a un hijo de patrona será, pensamos, dándole calor y comida, bah, nutrición dijo, y que tan luego lo criarían muchachos que no podían tener hijos. Claro, nos reímos, ¡si son hombres!

“Era raro, muy raro, pero nos vino bien. Mi mismo marido, y también otros del barrio, decían que era un buen trabajo, que se ganaba mucha plata porque son gringos y de muy lejos.

“La Sara con el primero que era nena se hizo la piecita del fondo, y con el segundo que fue varón, no sé si para los mismos señores, se hizo la de arriba. Y así con todas. Nos reíamos porque era como un contagio estar todas con la barriga así. Yo le hice los quince a la Vanina que Ramón ni ahí hubiera ganado esa plata. En el Club fue la fiesta.

“Siempre nos llevan a ver al médico porque no podés estar enferma. Sanas y buenas mozas dicen Don Alberto. Pero yo escuché por ahí que lo que nos ponían era de otras señoras, yo pensé que para que los hijos no salieran como nosotras sino capaz rubios. Los señores que van a criarlos son blancos seguros porque viven en Canadá o en Francia o todavía más lejos. Unos gemelos de mi hermana se los llevaron a Israel.

“Era raro, es cierto, muy raro. Yo digo raro raro pero bonito. Ellos dicen que no son hijos que por eso se pueden dar. Yo no digo que una los quiera tanto de antes porque una va de aquí para allá con tanto trajín y pesada pero siempre con los míos yo me revisaba en la salita y lo esperaba que naciera. Los doctores de la salita nos pedían que no hubiera pelea ni discusión, que el bebé de adentro escucha, y que hay que darle mimo de antes, pero ahora no hay que hacerse ilusión, hay que pasar ese tiempo y por ahí una puede darle teta, si tiene leche, en los consultorios, pero no traerlo a la casa. Y que los otros hijos de una no crean que viene un hermanito porque dice Don Alberto que no es.

“¿Si me arrepiento? No, no. Y no pasa mucho porque si te arrepentís hay que pagar lo que ellos gastaron, todito. Hay una chica joven, de veinticuatro, que hace un mes le trafirieron, así se dice cuando te ponen eso que te ponen, y que anda con ganas de no darlo, pero está mal, que no es de ella. Y que no le diga al marido porque le va a dar una paliza fea. Es como un trabajo, bah, es un trabajo y está mal porque una no puede decir que va a hacer una cosa y después no hace.

“Con mis chicos sí que es una lucha cada vez que lo esperan los muy cabezas dura. No se convencen. A veces en el primero que se movía mucho yo le prestaba atención, poníamos la mano con los chicos, pero nada de entusiasmarse. Ellos me preguntan qué nombre le ponemos, pero no hay que ponerle nombre porque va a ser de los muchachos esos. Y ellos pagan para ponerle otro nombre. A mí me tocaron varones, de los maricas le dicen acá, aunque seguro son buena gente, pero no siempre son varones, que mi vecina se lo dio a una señora. A ninguno no conocemos porque no vienen acá. Los lleva Don Alberto no sé adónde. A veces me pasó antes si estaba sola o ahora mismo que estoy de seis meses le hablo un poco y le canto lo que le canté a mis hijos que lo cantaba mi abuela.

“A mí me contaron, no sé si es, que hay un país que le dan nenas de doce o trece a los viejos ricos que las quieren para casarse. Por plata, claro. Pero eso sí me parece mal. Separarse de una hija que una crió todo el tiempo es feo. Yo no permito eso. Pero no es el caso. Como se lo llevan enseguida una no lo conoce al chico. Por eso no es hijo.

“Me pasó con el Ernesto que tiene once y es muy desobediente. Chillaba ¡No se lo des que es de nosotros! Y lloraba como un marrano. Yo lo prometí a Don Alberto y vos acaso no querés las zapatillas y no hinchás con ir a la escuela. Todo no se puede. Si no, te vas a volver a trabajar con tu tío. Y creo que ellos si no se les cumple, se separan. Creo, no sé. Capaz de ponerse tristes se separan.

“Yo le tengo respeto a Don Alberto que lo que promete cumple. La familia nuestra era muy pobre, demasiado, y gracias que vino este trabajo se terminó una piecita ahí nomás ¿ve?  y con éste, que estoy de seis meses, vamos a hacer el techo y capaz que algo más.

“Y le quiero decir que el intendente, que nadie lo quiere, anda de chismoso por lo de la Revista, para saber qué nos dicen ustedes. Yo le dije que nada, que visitan para hacer la nota, como usted me dijo. No sé qué miedo tiene, que diga qué, si para todas las de acá lo de Don Alberto es bueno. Ha sido una suerte para nosotras y ya ve que se contagian todas.

 

      III

Natalia agradeció el encuentro, pero al llegar a la vereda y mientras esperaba la llegada del móvil de la Revista sintió una fuerte opresión en el pecho. Una angustia difícil de soportar.

El chofer la miró por el retrovisor respetando el silencio de la muchacha.

_Porfa ¿me dejás a la vuelta, en el café de Tito?

No quería perder las palabras, las ideas, el sentir, las emociones. Estaba dispuesta a escribirlas, trasmitirlas, gritarlas. Que no la avasallaran. Que no le vendieran piedritas de colores. No podía recordar qué autora afirmaba que la producción más importante en esta etapa del capitalismo era la producción de subjetividad. No son mandatos de los poderosos que una tiene que obedecer sino deseos que se van originando dentro de uno mismo. Creencias que entran como balas robando la voluntad de cuestionar. ¿Nos construyen los deseos, acaso?

_ ¡Mierda!

Recordó una entrevista que un compañero de Redacción hizo para esta misma nota sobre la gestación subrogada. Era un médico que presentaba a esta práctica como un acto de amor y generosidad. Natalia pensó que esto era así entre amigos, amigas, parientes que decidían gestar para un ser querido que estaba imposibilitado de hacerlo.  Pero estas mujeres pobres ponían el cuerpo para cubrir necesidades básicas, el techo, las zapatillas, la comida, la piecita del fondo.

Con las manos temblorosas escribió: Me enfurece que ni ellas mismas vean la injusticia.

En los medios que Natalia había consultado para conocer experiencias y puntos de vista sobre el tema tampoco había referencias a que el producto de la transacción era una persona, un niño o una niña. Nadie hablaba de trata ni de venta.

Anotó también algo acerca de la rapidez con que cambiaban los sentimientos y las convicciones cuando una nueva práctica o un nuevo producto eran presentados como deseables e incluso imprescindibles. Por ejemplo, ahora era necesario olvidar las recomendaciones de los profesionales de la salud respecto de los beneficios del contacto prenatal con el entorno. No gritar, hacerles escuchar música agradable y palabras lindas. Mimos no recomendables para estas mujeres cuya función era la de ser una buena maleta de viaje.

Fatigada y triste dejó a un lado la lapicera, corrió los papeles, hizo lugar para la tacita de café y lo tomó muy lentamente, a sorbitos, oponiendo el gesto al atracón casi ineludible a que el poder condena.

Luego tomó nuevamente la lapicera y escribió: “… iluminando   lo que corresponde desear y velando las emociones y los pensamientos que incomodan a las necesidades de los dispositivos de poder”

Y pensó que la resistencia era la condición para empoderarse. Aunque por supuesto esto no entraría en la nota porque el trabajo hay que cuidarlo.

 

María Cristina Beovide -  Buenos Aires.  - Psicóloga – Socióloga – Hospital Público  

Mención 13° Concurso SIN PRESIONES Expresión escrita de lxs trabajadorxs

Organizado por el ISLyMA de Córdoba, 2 de agosto de 2022

EL JURADO EXPRESO: Muchas cosas aparecen en este relato, pero lo central es el poder, el ejercicio del poder sobre las personas vulnerables por sus necesidades y las de sus familias, el sometimiento que no se percibe como tal. También se refleja en el uso de ese poder para hacer que quien trabaja vaya en contra de sus propios valores, atragantarse por lo que hay que hacer, sentir en el cuerpo el peso total del “trabajo”.  El abuso de poder, el uso de los cuerpos gestantes, los medios para crear una mirada distorsionada.

“Trabajo en lo que puedo” da cuenta del uso y abuso de poder de quienes lo detentan y ponen en práctica. Mujeres de sectores vulnerables, violentadas física y emocionalmente; periodista- mujer también violentada por su jefe. Sentires y pensares que se resisten como nuevas maneras de empoderamiento, aunque no “esté permitido” visualizarlo, explicitarlo, nombrarlo.

¿Nos construyen los deseos? se pregunta la autora en este relato en el que explotación y oportunidad se mezclan en entrecruzamientos complejos que son contextualizados en dos situaciones diferentes que permiten ver matices a modo preventivo de lecturas juzgadoras. Morena Clara nos convida una historia en la que la reflexión crítica va acompañada de múltiples afectos movilizándonos a una contemplación comprometida de la realidad social. “Trabajo de lo que puedo” permite pensar en las diversas combinaciones de interseccionalidad de clase, género y etnia que configuran distintos escenarios de opresión y privilegio marcando una constante; tal vez a modo de denuncia, en la que son los hombres los que se apropian del esfuerzo realizado por mujeres.

 

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