Mención 9º Concurso Sin Presiones – Título: “Quince”

scasdfn30003  “Quince”

El Chico es pequeño, no llega al metro cincuenta y pesa 40 kilos. Tiene quince dijeron en el Hospital de Niños, ya no lo podemos atender, hay que derivarlo urgente. Su padre escuchaba pero no entendía mucho, un balazo en la cabeza le había dejado una cicatriz y problemas para retener lo que le dijeran. De pronto su hijo estaba en el aire. Estamos buscándole un lugar, Ud. No se preocupe le dijeron.

El chico comenzó a caminar delante de su padre como si nada le importara. Su padre sentía un nudo en la garganta, que iba a hacer ahora? Ojalá ella estuviera, sabría qué hacer y qué decir. Pero su mujer se murió hace un año. Tenía HIV como él.

El chico y su padre viven en una casa apropiada junto con 8 hermanos varones, la novia de uno de ellos y una nietita. La única hija también murió, alguien la mato. La casa no tiene luz ni agua, tampoco baño, solo un excusado afuera en el patio. Son abrepuertas en un shopping. Una ONG comenzó a seguir el caso, pero fue imposible llegar a ellos. La madre nunca los dejo entrar a la casa ni quiso recibir los materiales para hacer el baño. El chico enfermó cuando era pequeño, estuvo en diálisis unos meses hasta que se recuperó, pero debía ir a control porque estaba en riesgo. Nadie sabe porque su madre no volvió a llevarlo. A los 13 el chico empeoró y tuvo que entrar a diálisis nuevamente. Esta vez sí la madre lo llevaba de vez en cuando, a pesar de que le pedían que no faltara.

Nadie pudo unir la historia. Ni siquiera ahora que su madre no está.

“Le conseguimos lugar para su tratamiento” le dijeron, y allí fueron padre e hijo. El lugar es privado, muchas cosas cambiaron. Es el único chico, los demás pacientes son mayoritariamente abuelos de 70 años. Ya no puede corretear por los pasillos. Médica y Psicóloga, intentan hablar con él. Pero él no habla. No contesta. Es un maleducado dicen. No, dice la Trabajadora Social, es un caso distinto, hay que darle tiempo. Y el tiempo pasa pero solo los Enfermeros logran sacarle alguna palabra.

El Chico es de mirada esquiva, no habla, a veces murmura. Pero no es que no sepa, solo es que no quiere comunicarse. Y a pesar de su desnutrición, camina rápidamente como si quisiera irse de donde está. El Hospital de Niños dijo que su mentalidad sigue siendo la de un niño de 12 años.

Su padre llora, dice que le es difícil manejarlo, que hace lo que quiere, que es revivo,  que él no puede. Y el chico falta a su tratamiento.

Un día el Chico se acercó a la Enfermera y le pidió un globo. Sin salir de su asombro, la Enfermera le inflo un guante y él salió contento y apurado como siempre, sin decir gracias porque no sabe cómo. Otro día alguien le regaló una pelota de fútbol  usada y el chico sonrió con una sonrisa amplia. Después, una enfermera trajo una tablet y se la prestó para jugara con unos jueguitos, y el volvió a sonreír. Y así va pasando el tiempo. La Psicóloga dice en tono ofuscado si no quiere hablar conmigo yo no lo voy a obligar. La Nutricionista se pregunta qué hago con esto? La trabajadora social mira con algo de envidia a los enfermeros que logran hablar con él. Pero se pone manos a la obra y trabaja con la ONG, único medio de contacto con la familia. Allí le expresan que son muy difíciles y que el Chico, dicen en el barrio que anda en malos pasos.

Del ministerio dijeron, “tiene que estudiar, le vamos a mandar al centro de diálisis una maestra. Es el  derecho del niño!”. Pero nadie le pregunto a él qué quería. Tampoco tuvieron en cuenta que durante el tratamiento solo puede estar el personal por los riesgos de contagios. Y peor aún, lo que su médica presume, “El chico va a faltar cuando venga la maestra”.

Los enfermeros discuten que hacer, demasiado les cuesta hablar con él, retenerlo, hacer que coma. Deben ahora lidiar con una maestra? Nosotros atendemos adultos nadie sabe qué hacer con él, pobre chico, dijo una enfermera.

El Centro de diálisis decide no aceptar a la maestra, por los riesgos que ello implica pero ofrece cambiarlo de turno para que vaya a la escuela o buscarlo en la ONG si decidieran darle clase allí. Pero el  Ministerio no contesta, porque tampoco sabe qué hacer con él. Su expediente queda allí, como en suspenso.

El Chico faltó nuevamente a diálisis, pero esta vez paso algo en su casa. Un incendio quemó parte de las habitaciones, no hubo víctimas pero perdieron casi todo. Suponen que hubo algo raro, quizás ajuste de cuentas.  Cuando volvió, alguien solo le pregunto “como estas?”, y allí habló como nunca antes lo había hecho. El incendio lo movilizó. Su carita de niño-hombrecito reflejaba preocupación. Luego enmudeció y siguió su camino como siempre.

Ahora la ONG avisa que su padre y él se cambian de casa, va a vivir con su abuela, su tío y otros familiares en un barrio alejado. Él no sabe cómo se llama su abuela, pocas veces la vio. Quizás tenga otra oportunidad.

El Chico cumplió quince años, y su vida cambió. Ya no es un niño pero tampoco es adulto. Ya no puede jugar y corretear como lo hacía en el Hospital de niños. Tampoco tiene las comidas que le daban para que se lleve a la casa. Ya el Ministerio comenzó a desprenderse de él, porque va a cumplir 16.

El Chico habla cuando quiere hablar, y lo hace bien, solo que no tiene nada que decir en ese lugar.

Liliana Beatriz Ferreyra – Trabajadora de la Salud Institución Privada –   Ciudad de Córdoba

 Expresó el Jurado:

“Cruel relato de un niño- adolescente que -por la desidia de un sistema de salud pública al que “olvida”, abandona, no escucha- termina atrapado en difusas redes sin contención”

 

9º Concurso SIN PRESIONES. “Expresión escrita la salud de los trabajadores/as”

Córdoba, 27 de julio de 2018

 

 

 

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