2º Premio : 7º Concurso Sin Presiones : “Hoy voy a contar una que me contaron”

 dibujos-areco-3 “Hoy voy a contar una que me contaron”

Me contaron este suceso que se desarrolló en el campo. Y como los lectores deben saber soy docente de esta ciudad. Y algunas cosas me las cuentan los colegas cuando nos encontramos.

Mi relato no será ni extenso ni contendrá muchos detalles. Lo que me contaron empieza así.

Avión en el aire, revoloteando por encima de las cabezas y las cabecitas de atónitos o alarmados espectadores, adultos y niños.

Y de pronto llueve. No, hay llovizna.  Hay aroma extraño.  Y el avión se fue.  Retorna.  Vuela bajo, bajito.  Algunos levantan la pequeña mano y saludan.  Otros levantan sus manos en puño.  Y otra vez llovizna.  Hay estornudos, hay toses.

La maestra y el maestro indican, gritan:   – ¡Rápido al aula de 5º grado!

Entran al aula de 5º grado en tropel, es un aula que da a la calle. En las que dan a la calle el olor extraño casi no está.

Alguno pregunta: – ¿Por qué seño?

Uno de los alumnos entra atrasado y cuenta que el avión, ahora revolotea más lejos y vio que perdía una nube.  Y se atreve a decir: -Que tenga cuidado el piloto, se está rompiendo el avión, pierde agua o algo así.

Y se fue el avión, y entonces todos se tranquilizan y bajan las miradas y se ven, se miran. Ojos irritados, ganas de estornudar, náuseas.

Hay estornudos, vómitos, toces.

- ¡Rápido!, dice el maestro y la seño,   -a lavarse las manos y las caras.

Háganlo en los baños, no lo hagan en los bebederos del patio.

Insisten.  – A lavarse muy bien la cara y las manos.

Todos van y lo hacen con el alboroto correspondiente.

En las otras aulas, las que dan al patio, es necesaria la ventilación.

Algunos de los niños descubren que los cuadernos cerca de las ventanas están con “rocío”.

El maestro masculla entre dientes: -es la deriva.

Los docentes se reparten el grupo de los seis grados en las dos aulas e intentan terminar de la mejor manera esta jornada escolar. Termina la jornada escolar de este día cualquiera en una zona rural cualquiera de una provincia argentina cualquiera. Pero la jornada fue diferente.

Campana, saludo y los niños se retiran o los retiran algunos mayores y otros van de la mano con los hermanos más grandes.

Martín, el maestro y Fernanda la seño y directora precaria, se miran y no pueden contener las emociones, sus emociones. Ya están solos en el edificio escolar de las afueras del pueblo. La portera, cocinera y amiga de todos hoy se fue antes. Se miran otra vez…

No se dan un beso como en alguna novela de la tarde, no.

Se sientan en el primer escritorio de aula que encuentran.

Se le agolpan las palabras.

Son improperios, insultos y toda aquella expresión que un humano necesita a veces para descargar emociones o impactos emocionales fuertes.

Martín se va a la cocina. Prepara el termo para los mates.  Vuelve.  Se sienta de nuevo y mira a la compañera de trabajo.

-Hoy excedieron todo límite.  Nos vamos a tener que quejar.  Tengo la moto afuera, vamos al gremio.

La seño Fernanda lo mira con una mirada de preocupación.  –Vos sabés que a los gremios no les interesan mucho nuestros reclamos. Acordate que cuando fuimos el mes pasado casi que no tomaron nota.  Nos dijeron que ya lo iban a tratar a esto de los aviones fumigadores. La respuesta de Martín sonó más o menos así:   -Ya lo sé.  Pero yo anduve estos días conversando con gente que le pasa lo mismo. Alguien me pasó unos datos.  Y me aconsejaron insistir en el gremio, notificar a inspección y de comunicarme con una gente que se preocupa y sabe de estas cosas.

Fui a verlos y también tengo vínculos por Facebook, por Whatsapp.  Ellos quieren que juntar datos y gente para denunciar y hacer actividades para detener esto.  Me dijeron que lo que nos pasa viene sucediendo hace rato en otras partes.

Fernanda se quedó mirándolo un rato largo mientras tomaba el segundo mate que le ofrecía su colega.

Al devolver el mate le dijo con mucha pausa: -Vos sabés bien de quién es el campo de acá al lado.  Sabés también quién es el dueño y piloto del avión.  Y ambos son amigos de varios del pueblo.  Y alguno de esos amigos son los que envían los hijos a nuestra escuela.

-Sí, ya sé.  Pero esto es tan simple como complejo, le respondió el maestro Martín.  –Mi salud, la tuya y la de estos chicos tiene una importancia que es,  me parece,  más importante que esas relaciones comerciales, económicas, amistosas y convenientes.

La seño,  maestra con experiencia rural se acomoda en la silla, y dice: -A mí no me gustan los enfrentamientos.  Y mirá que me banqué algunas huelgas.  Pero me da la impresión que esto va a ser distinto.  De enfrentar a la patronal,  al gobierno, tengo y tenemos experiencia.  Pero esto me parece que es más difícil.

El maestro Martín, algo más joven y está hace poco en esta escuela le responde con mucha tranquilidad: -Sí, es cierto.  Pero en mis anteriores experiencias también experimenté situaciones delicadas.  Mirá si fumigaron hoy, mañana podemos estar seguros que no pasan.  Y nosotros tenemos tiempo de seguir con las clases con los chicos.  Llamar a los padres a una reunión de consulta e información.  Mientras mañana a la mañana me voy a la ciudad para hablar con los del gremio.  Mañana vienen las chicas de música y educación física. Tal vez pueda hablar con el responsable de la obra social. Esto tiene que ver con nuestra salud laboral.

La conversación continuó un rato más. Los dos con sus preocupaciones, sus puntos de vista. Buscando saber y encontrar los escollos que se les iban a presentar.  Y llegaron a un acuerdo. Martín iba al día siguiente al gremio y se comunicaría con los conocidos y contactos que había mencionado.

Juntaron sus cosas y Fernanda montó en su bicicleta y Martín en su moto rumbos a sus respectivas casas en el pueblo.

El día siguiente pasó como previsto.

Al volver Martín a la escuela las clases pasaron igual,  pero había algunos ausentes.  Algunos chicos faltaban por indicación médica.  Los cinco tenían  “ataques de asma”  según las notas enviadas por los respectivas madres.

-Coincidencia, misma enfermedad en casas y familias y distantes- , murmuró, en presencia de Fernanda, Martín con cara de pocos amigos.

Al despedir a los alumnos, al cumplir el horario, se quedaron.  La seño había pedido a los colegas de “especiales”, a la auxiliar, portera-cocinara-  amiga,  que se quedaran o que vinieran a una informal reunión.

Con el mate y los criollitos preparados comenzaron la reunión.

El maestro Martín tenía unos papeles en las manos.

-Parece que los del gremio algo hicieron.  Fueron a las inspecciones y avisaron del problema de nuestra y otras escuelas.  Todavía no hay respuestas. Hasta pude hablar con el responsable de la obra social.  No me dijo mucho. Pero tuvo que reconocer que hay más consultas por problemas respiratorios y de piel.

La seño Marcela de plástica comentó: -En la escuela en que trabaja mi hermana también hubo problemas como los del otro día acá.  Allá sucede desde el año pasado.

Retomó la palabra Martín y les comentó que sus vínculos y contactos de habían enviado unos datos: “El Área de Educación Rural de Nación precisó que en Argentina existen 10.200 escuelas rurales, el 55 por ciento del total de los establecimientos, y representan el 13 por ciento de la matrícula. En la última campaña se arrojaron  317.000 millones de litros-kilos de productos tóxicos”.

-Pero también me dijeron que ya hay redes que se están conformando para frenar estos atropellos.  Me invitaron a integrarlos y participar.

Fernanda tomando la oportunidad para decir algunas cosas…:  -Está todo muy bien. Pero debemos hacer algo acá en esta escuela, con nuestros alumnos. Para ello ya invité a los padres para el sábado.  Es necesario que sepan lo que pasa.

Pero además les tengo que contar lo que me dijo la abuela de una nena de cuarto grado que encontré en la verdulería.  Me dijo que no me preocupara por las fumigaciones. Son solo algunas veces al año.  Y el hermano mayor de la nena de sexto me dijo, en la calle, que no sea desubicada, que lo que estamos intentando por las fumigaciones va a traer problemas y tal vez gente sin trabajo ni changas.

La reunión se extendió entre intensa y acalorada. La conclusión a la que llegaron los maestros de esta escuela era confirmar la reunión de padres.

Sábado media mañana.  Moderada cantidad de adultos responsables de los alumnos presentes.

La seño Fernanda, como directora precaria,  y el maestro Martín iniciaron la reunión, mientras los termos abastecían dos o tres mates. El principio fue un relato del “día del avión”, la ausencia de unos alumnos por  “asma”, o problemas bronquiales o respiratorios.

Los pocos padres hacían gestos de incomodidad. Las madres, hermanas mayores y hasta una abuela tenían gestos más protectores.  Alguien comentó casi al pasar que sabía que el puestero del kilómetro 7, que vivía solo,  tiene problemas con la respiración y eso que nunca fuma y además compra cremas para la piel.

Después de unos cuantos mates, discrepancias y acuerdos y nuevas discrepancias

Y nuevos acuerdos hubo algunas coincidencias.

En esta reunión escolar y sabatina entre docentes y padres y adultos responsables se decidió entrevistar al dueño del campo,  al piloto que es dueño del avión,  al intendente y a la inspectora escolar.

Además aclararon todos que antes de terminar se debía redactar una nota para dejarle al intendente y a la inspectora.

A esta altura de la reunión con los ánimos más tranquilos y unas decisiones tomadas hubo despedidas.

Y esta historia que me contaron aún está esperando algún final.

                                                                                                                                  Maestro Ciruela

                                                                                Patricio Dürst – Docente- Ciudad de Córdoba -2016

Del Jurado:  Muy actual, refleja los conflictos que surgen en la sociedad al intentar buscar alternativas para enfrentar estas prácticas tóxicas.  Muy bien descripta la situación, la aparente contradicción entre querer hacer algo y el qué hacer. Suma un aspecto de la salud laboral que es la salud comunitaria e incluye la preocupación por el ambiente. Cruzar la puerta del establecimiento laboral.

 

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