Relato del 12° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

Título: “Un regreso Extraño”

Rumbo a la calle, contengo el bostezo y saludo a un colega, mientras camino hacia la salida voy repasando sin querer las grietas, las manchas de humedad ahí, tal cual las vi en mi primer día de practicante, después como residente y ahora como un laburante más. Esas paredes manchadas, el techo descascarado con sus vísceras de tubos y cables, hoy apuntan su ojo sobre mí espalda, como siguiendo mis pasos desde el pabellón tres a la Bajada Pucará, y por fin  encandilado bajo por la escalinata del acceso principal.

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Ya en la esquina de Ferroviarios, el sol de enero perforó el acrocel quemándome los hombros. Insoportable, pero de improviso, el calor revivió mi viaje con la Lili unos días antes. Con ella nos conocimos gracias al Rawson, en poco tiempo las ganas de vivir juntos nos vencieron y nos casamos sin un mango, inimaginable un viaje de bodas.

El hospital, es una rueda giratoria que tiene siempre algo roto, pero funciona. Su giro erróneo sostenido en la secuencia de cada jornada laboral te aturde por un tiempo y después, se hace sordo con la costumbre, nos erosiona.

Hace unos meses, atendí un paciente que contrajo tétanos por una herida en la pierna, lo asistí durante su internación y después en sucesivos controles cuando le dieron el alta, hasta su recuperación. Finalizando el año, entre austeros preparativos nupciales me sorprendió con su visita por el consultorio para  saludarme por las fiestas, agradecido me entregó un sobre con dinero, dos mil pesos. A los pocos días me casaba estrenando el año 1976, él nos regaló la luna de miel.

A veces, tenemos que forzar cada palabra del paciente para inferir su dolencia, o descubrir que solo tienen hambre. La sensación de que no curamos o curamos poco invade una y otra vez, porque en la mayoría de los casos no se resuelve con un tratamiento en esa rodaja de tiempo hospitalaria, fuera del refugio rawsoniano está la piedra que una y otra vez les hace tropezar, y de nuevo llegan a la guardia con su recaída y algunos kilos menos.

Por suerte para nuestra especie, ni las decrépitas paredes hospitalarias, ni siquiera los chifletes que se cuelan por doquier dispersaron las volátiles feromonas, que se esparcieron insistentes en mis encuentros con la fisioterapeuta, Liliana. Nuestro inicio allí fue ad honorem, y apenas nos estabilizamos ya con un sueldo dimos el paso, fue   una ceremonia y cena familiar sencilla. Arrimamos las camas de una plaza que teníamos y armamos la matrimonial, así con los platos, las sillas, la nueva casa se habitó de rejuntes, plantas mías, sus cortinas, el gato.  El viaje fué el broche de oro, trepamos al primer colectivo de la empresa “El petiso” con destino a Traslasierra.

Ya disfrutando el último día en el Hotel “El Cóndor”, una mucama comenzó con trabajo de parto, le  acompañé y asistí todo el trayecto varios kilómetros hasta que llegamos al hospital zonal de  Carlos Paz donde, dio a luz.

Cuando regresé, ya los bolsos apilados en el hall, ni ganas de volver a Córdoba. Me camine todo -  dijo ella, sostenía un libro y entre las páginas, presas, asomaban las flores que había recolectado, le encantaba reducirlas a delgadas láminas. Abrirlo era un placer que siempre difería el mayor tiempo posible, los colores detenidos aguardaban en la prensa de papel hasta que pétalos y pistilos  eran revelados algún día en una distracción o trance ansioso.

El dueño del hotel, creo, sintió lo mismo que yo cuando escuchó su voz, no era enojo, ni tampoco tristeza, y no me quiso cobrar. Otro regalo, nos miramos y telepáticamente la inercia viajera se impuso, seguimos hasta Mina Clavero.

Con el agua al cuello, la piel resistía en contrastes de corriente liza y arena, sumergidos en una olla cerca del “Nido del Águila” los pies se transparentaban al fondo y se congeló el tiempo, creo nos poseía la conmoción silenciosa de lo irrepetible.

Tengo una intensa sed, inaguantable al acercarme más a casa, una boa enroscada en el cuello, así es el cansancio que sentimos en el hospital, mal pagos, sin medios, arriesgándonos. Somos espectadores o protagonistas anestesiados por pura sobrevivencia a los padecimientos compartidos, de los pacientes y de nuestra impotencia, sentimientos que perduran como el reboque caído y las manchas de humedad. Me sofoco, y de nuevo me alivia otro recuerdo en las sierras.

– Estás loco! Puso el grito en el cielo cuando se lo propuse.

-¡Dejemos este hotel y vamos a un lugar más tranquilo, dale! Estábamos en el “Tico Tico” pero ella al final aflojó.

En par de horas, ya en Taninga improvisamos un acampe sin luz. Las piernas entrelazadas como lijas, tirados en la arena intentamos descubrir los míticos dibujos constelados del telón negro, tenía más perforaciones estelares en este paraje inhóspito, que en Córdoba.

En la penumbra la sorprendí de pronto golpeando con los  puños mi pecho y gritando al mismo tiempo: aaaau aaaau aaaa soooy tarzan!  Ella dió un brinco felino a toda carrera hacia  el agua. Con sus pies ya sumergidos, desvergonzada alzò la voz: – soy Jane!! Soltaba frases y ademanes provocativos, los lunares inquietos de su bikini eran un holograma nocturno irresistible y caí en la trampa, apenas el agua tocó mis talones, comenzó a salpicarme con las manos, y a patalear sobre la superficie para hacerme sopa, ya cerca, tironeó mi brazo y caí al agua, entre los gritos y risas en chanza la bauticé: “mi princesa destronada”, en un abrir y cerrar de ojos del hotel a la carpa, y ahí pasamos nuestra última noche mielera.

El calor del cemento ya me traspasa las suelas, el pecho como plomo.  Secretario General de la Gremial Médica del Hospital Rawson, parafraseaba buscando palabras precisas para contarle que acepté. Mis compañeros me eligieron porque la presión y malas condiciones de laburo ya no se aguantan, además nadie se anima, la mano dura  y la represión son preocupantes y crecientes, pero resignarnos a que todo empeore, fallar a quienes confían en mí, no era una opción ni siquiera con el miedo que tengo. Justo cuando maquinaba todo eso entré a casa, ella vio el rictus inconfundible, en pleno abrazo imagino cómo reaccionará, repaso la manera de cómo decirle lo que está resuelto sin que lo discutiéramos antes.

Me siento muy egoísta, que le cago la vida y a la vez no lo puedo evitar. Los esfuerzos profesionales y humanos, los deseos de cambio, el pesimismo, las esperanzas, temor, coraje, se balancean sin cesar, con una colección de planes, recuerdos junto al río y feliz comodidad cotidiana.  Dudo, es difícil pensar un argumento que justifique un devenir incierto de promesas y anhelos nuestros, con ella. Entonces, espere paciente, hasta que la voz rescatada del temblor me devolvió el habla y le conté la noticia.

Basado en una vivencia real del Dr. Jorge Alberto Bepre, narrada por su viuda quien actualmente vive en Traslasierra en una entrevista realizada por el Dr. Guillermo Sarquis.  El Dr. Bepre nació el 21 de Marzo de 1944 en Córdoba, estudió medicina en la UNC, fue practicante del Hospital Rawson, residente, y luego trabajo en el pabellón tres junto al Dr Victor Roland. Desempeño actividad sindical, como secretario General de la Gremial Médica del Hospital Rawson. En enero de 1976, contrajo matrimonio con Liliana Carmen Piccini, fisioterapeuta del Hospital Rawson, tuvieron tres hijos. 

Fue perseguido, detenido y torturado durante la dictadura militar. Al ser un preso legal, fué liberado luego de unos meses y logró exiliarse en Canadá por intermedio de Amnistía Internacional.

En democracia regresa con su familia y se radican en Villa Dolores, donde trabaja en el Hospital Regional siendo instructor de residentes, algunos de ellos, hoy médicos del Hospital Rawson.  

En sus últimos años de vida, se involucró en la investigación de trata de personas y venta de bebes en la zona de traslasierra. Murió en un accidente de circunstancias dudosas.

María Gabriela García     – Ciudad de Córdoba   . Lic en Nutrición

Relato del 12° Concurso Sin Presiones Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs 

Organizado por el ISLyMA – Córdoba setiembre de 2021

EL JURADO EXPRESÓ:  El tiempo parece detenido en las paredes mientras pasa vertiginoso a través de nosotrxs con las historias cotidianas intensamente dolorosas.  Un texto que describe las profundas reflexiones entre los momentos felices y las responsabilidades surgidas del compromiso con la vida. Un legado.

 

 

 

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