Relato del 12° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

Periodismo

periodistaGané el concurso. Fue por una investigación periodística que me había dejado al límite de la legalidad cuando me llevaron en patrullero a una comisaría por sacar fotos de un instituto de menores, en un terreno prohibido, ya que por debajo de esa construcción pasaba un gasoducto de YPF, cercano a la refinería y a la petroquímica de Ensenada. El instituto era de la Dirección de Minoridad de la provincia de Buenos Aires e irónicamente el proyecto era “modelo”. Hacía poco que se había aprobado la ley de niñez, y en el programa del instituto de menores se hacia especial mención a los derechos del niño. Pero los terrenos eran malos. Como muchas cosas que hacen algunos gobiernos, les ponen los mejores nombres a las cosas que resuelven con dos mangos con cincuenta. Pero esa investigación que me dejó al borde de una causa por investigar, me permitió aprobar una de las últimas materias de la facultad de periodismo, y me valió el primer premio en un concurso de la radio local más escuchada en ese momento en la ciudad de La Plata.

Así entré a trabajar al primer medio de comunicación después de recibirme. Estaba eufórica. Durante la época de estudios, los trabajos habían sido ad honorem- para ganar experiencia…- o de muy baja paga, como repartir cartas en bicicleta, el reparto de folletos en vía pública, algunas campañas como promotora, la venta de algún producto.

Cuando entré a la radio el edificio era imponente. Tenía 4 pisos. La planta baja con la recepción, el primer piso en donde estaba el servicio informativo, el 3er piso en donde estaba el estudio de radio, y el 4to, en donde estaba el Director. Generalmente nadie subía al 4to. Incluso si uno entraba a la radio cuando estaba entrando el Director no se podía compartir el mismo ascensor. Casi que no se podía ni mirarlo. Especialmente cuando entraba al edificio escolado por mujeres ostentosas, una en cada brazo.

El clima de la radio era agridulce. Por un lado, estábamos quienes palpitábamos con emoción el periodismo y nos sentábamos frente a nuestra máquina, pispeando dos televisores con programación diferente, y con el Handy de la policía siempre encendido por si pescábamos alguna noticia policial. Preparábamos las notas para el informativo y además yo escribía notas para la agencia de noticias. Me gustaba tanto que hacía horas extra, y no me molestaba hacer contra turnos si tenía que buscar alguna nota, sea donde sea, viajar a capital, salir a la calle, meterme en alguna alcaldía. Sin embargo, el clima siempre estaba áspero.

Había una notable desigualdad en las tareas. Los sueldos, horarios y vacaciones se disponían a discreción. Todos cobrábamos en negro, a mí me tocaban unos 500 pesos en aquella época que me daban en un sobre. Y a veces venía menos porque nos descontaban si se rompía algo, o si faltaba alguna cosa, aunque no tuviéramos nada que ver con el asunto.

Cuando yo entré mi contrato fue una beca de 6 meses con promesa de ascenso y renovación.

Me tocaban hacer 8 horas diarias de lunes a viernes sin feriados. Esos días trabajábamos como día normal, ni franco ni pago doble. Pero mis compañeros que estaban desde antes además les tocaba hacer 12 horas sábado o domingo de forma rotativa. Al poco tiempo me tocó sumarme a ese esquema, y cada tanto también me tocaban esas 12 horas mortales desde las 6am hasta las 6pm, o de 6pm a 6am, sábado o domingo. Por el mismo salario.

En ese momento yo estaba recién recibida, no tenía familia ni demasiadas obligaciones, por lo que no me molestaba demasiado todo eso, más me apasionaba mi profesión. Sin embargo, lo que sí empezó a molestarme fue el maltrato constante, la presión y la tensión, las amenazas, y demás que se ejercía sobre mis compañeros. Aún no sabía nada de sindicalismo, pero lo que sí sabía era que debíamos cuidarnos entre nosotros porque no era justo lo que ocurría allí adentro. Había presión por la línea editorial, había presión por el ritmo y contenido del trabajo. Lo que no había nunca eran mejoras en las condiciones laborales o aumento de sueldo. Todo lo contrario, y por la competencia de la profesión, los trabajadores iban y venían, la empresa no tenía resistencia a la hora de despedir. Porque no había gremios. Porque el Ministro de Trabajo y cualquier ministro eran asiduos visitantes del 4to piso. Por que no había muchos otros medios en los cuales ejercer el periodismo a nivel masivo.

Los meses en los que me tocó trabajar en ese lugar fue más lo que dolió la motivación a la competencia entre unos y otros que las condiciones en las que trabajábamos o los sueldos miserables.

Fue así que cuando me tocó renovar la beca era justo enero, yo había estado seis meses exactos sin feriados y trabajando algunas semanas de lunes a lunes. Necesitaba descansar. Sin embargo, en la grilla de vacaciones ese “beneficio” fue para algunos compañeros que entraron después, más obsecuentes. El acomodo, el premio y castigo eran parte del régimen laboral.

Fue un día, luego de que sancionaran a un operador por haber dejado el estudio 15 minutos cuando le estaban robando el auto frente a la radio, que me di cuenta que mis días estaban contados en ese lugar.

No pasó mucho tiempo hasta que un día entré a la oficina del Jefe del Servicio Informativo y le dije casi sin respirar todas las injusticias que ocurrían ahí dentro. Me miró algo soberbio y respondió con: “Sos la única que se queja de eso, si no te gusta te podes ir”.

No lo dudé, el resto no hablaba porque tenía familias que sostener o necesitaban demasiado el dinero. Yo entendía que tenía que defender mi dignidad, agarré mi bolso, y salí. Algunos días después me llamó el vicedirector para pedirme que vuelva. Pero ya no aguantaba más ese clima, ese destrato, esa explotación.

Yo fui testigo de investigaciones que salieron para pedir pautas, o de otras que solo se usaron para la extorción. Nuestro trabajo era utilizado para el lucro y el posicionamiento político de otros, mientras todo el idealismo con el que habíamos estudiado la carrera se licuaba como el mísero salario.

Toda la ilusión con la que había comenzado en el periodismo se fue desintegrando: los medios de comunicación eran una picadora de ilusiones. Donde se construía una realidad desde las peores condiciones de presión, condicionamientos, censuras y corrupción.

Tiempo después me dediqué a la prensa institucional. Me uní a causas humanitarias, me enamoré de las luchas de los trabajadores. Me ubiqué en un lugar de la historia. Alguna que otra vez volví a despuntar el oficio en algún medio tradicional, siempre por poco dinero o directamente sin paga. Lo hice siempre porque entendí que la disputa ideológica es la madre de todas las batallas, y necesitaba colar nuestras noticias en ese monstro que es la agenda mediática hegemónica.

Lamento que el periodismo alternativo a esas grandes maquinarias no tenga el mismo alcance. Dedico mi vida a difundir otras miradas. Pero es realmente el ambiente del periodismo quizá, uno de los más explotadores en el campo intelectual. Y al mismo tiempo, uno de los más fascinantes. No me arrepiento tampoco de la experiencia, de haber sido llevada en patrullero cuando recién pasaba los 20 años con tal de conseguir mi noticia, de haberme enfrenado a las balas de goma, los camiones hidrantes y los gases lacrimógenos años después cuando me uní a las luchas obreras y del campo popular. Porque el informar, desde la honestidad, sigue siendo una de tareas más necesarias del mundo.

Rosario Hasperué – La Plata – Pcia. De Buenos Aires   -  Periodista

Relato del 12° Concurso Sin Presiones Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs 

Organizado por el ISLyMA – Córdoba setiembre de 2021

 EL JURADO EXPRESÓ: El trabajo en la prensa, esa necesaria labor que de no ser honesta es una farsa diría Walsh.

 

 

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