Relato 13° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

Título: Si el distraído no ve

 

Me gustaría hablar de algunos hallazgos dentro del mundo laboral, algunas reglas que se repiten, me animo a decir, sin escrúpulos, diariamente, y pasan desapercibidas como si no estuvieran destrozando la autoestima de alguien y como si las personas no forjáramos nuestro carácter en base a ello.

#collagesilviabelga

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La máxima número uno es: Si sos mujer, sos secretaria. No importa la cantidad de títulos que tengas, la capacidad crítica que hayas formado, la confianza que te hayas ganado, la camiseta que te hayas tatuado, la inteligencia emocional, creativa y resolutiva en la que te propongas formarte. Tampoco interesan cuántos muertos les hayas levantado, ni el buen humor que le hayas puesto al trabajo brindándote 24/7. Siempre vas a ser secretaria, grábatelo bien: la mesa de la toma de decisiones no es tu liga.

Dos: Todo aquel que no encaje ni sea funcional al perverso sistema laboral, será eliminado. Recortar presupuesto, computarizar las organizaciones, reducir la planta permanente, domar las opiniones opuestas, rara vez no son una pauta. Podés esmerarte a tu máxima expresión, pero si alguna de esas sentencias está dirigiendo un organigrama, no tenés escapatoria. A llorar al campito. Este apartado todavía lo estoy trabajando mucho hacia mi interior, tratando de despersonalizar el odio. Siempre hay alguna figura de la que dependés que te resulta un hijo de puta. También hay guachas de mierda que reproducen el machismo a gran escala. Pero elles no tienen la culpa. En realidad quiero convencerme de eso. De que sólo fueron puestos allí para eso… para odiarlos, ajajja. No, digo, para cumplir esa función.

Tres: Ustedes tampoco me van a poder ayudar. Los espacios de expresión sobreviven para que no suene que está todo perdido. No obstante, honestamente, a nadie le importa lo que uno tenga para decir. Por más que coincida con la realidad diaria de miles de trabajadores, que los que hayamos tenido que mordernos la lengua somos el grueso de la masa laboral y aunque no sea necesario investigar porque todo está a la luz y al alcance de la mano, las palabras no trascienden. Y luchar… nadie tiene ganas de lucharla. Hay gente que se reúne cada día a manifestar, a reproducir esta idea de que no estamos censurados, de que es posible expresarse libremente, y eso es una fantochada mientras sigamos fraccionados. En tanto nadie ponga sobre la mesa la cantidad de pocos que se quedan con los recursos de muchos, esto sigue siendo el juego del huevo podrido: se lo tiran al distraído. Casi siempre el gobierno de turno es el distraído pero gente, los distraídos somos nosotros. Nos vienen vacunando desde mucho tiempo antes de la pandemia.

Y la última (no porque sean cuatro las conclusiones, sino para no aburrir porque cuatro carillas no alcanzan). La historia del mundo laboral cuenta con bibliotecas enteras de conquistas. De movimientos y derechos adquiridos gracias a agrupaciones que pudieron ver más allá de sí mismos. Sin embargo, todo lo que sube, baja, como dice el dicho. Los trofeos se profanan si no se aggiornan y protegen. Paulatinamente nos van quitando los logros, sin que nadie se dé cuenta.

Aprovechando que el aire es gratis les regalo un city tour por mi trayectoria laboral, para que vean de dónde viene ese sentimiento de ‘todo me importa una mierda’ que está creciendo en mí. De dónde surge esa búsqueda por las terapias alternativas, por fuera de los sistemas adquiridos e impuestos, que trabajan con una premisa que las unifica: el amor. El visibilizar que todos somos lo mismo y nos dirigimos hacia el mismo lugar. Creo. Estaría bueno que a algunos los castiguen jaja, pero en fin, eso no está a nuestro alcance. Vuelvo a la idea. Estas corrientes son las que me sacaron de la oscuridad, de las bajas vibraciones que, en algún momento, me mostraron una cara muy fea de mí misma. Gracias a que hay otros modos de vincularse, de tratarse, puedo reírme de mí procurando no reproducir esos conceptos caducos e hirientes.

Trabajo desde los 16 años. Mis primeros pasos fueron a modo de trueque, yo repartía y pegaba afiches publicitarios de un boliche bailable, a cambio de la entrada. Este intercambio me parecía bastante noble y me servía en ese momento. Después ingresé en un local a ser agente de cobro, ponele, ‘la chica que cobra’. En mi bicicleta me recorría el pueblo entero pensando que ese sueldo iba a pagar mi viaje a Bariloche y los puchos. A mí me encantaba, sentía la libertad en mi piel, no caía en que no era bien recibida por los acreedores. Después caí y fui consciente de que la informalidad da cierta impunidad a tus empleadores que pueden hacer con vos lo que deseen. Desde acusarte de la falta de dinero y responsabilizarte de cualquier irregularidad, en adelante. En ese tiempo aprendí cómo alguien culpa a otro sin pudor, les juro que es re posible. Nadie repara en el daño que puede causar en una adolescente como era yo, por ejemplo, simplemente, la injuria. En el ring de tu palabra contra la suya, siempre gana la suya. La del empleador/a, digo. Esta podría ser otra máxima, pero tendría que reescribir el principio del texto, qué fiaca.

Sigo. En mi época de estudiante tenía que costear mi trabajo final, la tesis. ¡Los materiales eran caros y, opa!  llega mi ingreso triunfal al sistema laboral formal. Fue la primera vez que escuché la palabra CUIL. Hice el trámite. Nadie me explicó para qué sirve, de qué me protege o no, ni que es un número que voy a tener toda la vida. Con CUIL, recibo de sueldo y todo, empieza la farsa de hacernos creer que tenemos algún derecho. Ese trabajo me pagó la tesis, nunca me dieron un solo recibo, lo firmaba y regresaba a sus flamantes oficinas. No me afectaba porque, como dije, nadie me formó para estar trabajando. Hasta que los compañeros más avezados montaron un intento de levantamiento por los derechos de los trabajadores. Los echaron a todos. Nunca me sentí tan incómoda, cobarde e incoherente, creyendo en la justicia de esa causa y callándome la boca porque de lo contrario me quedaba sin tesis. No había constancia de su paso por la empresa, no tenían ningún papel, sólo el testimonio de algún compañero que trabajara dentro y que se arriesgara a ser cesanteado. ¿Vos lo conociste? Yo tampoco.

Cuando te recibís entrás a habitar el territorio de ‘pampa y la vía’. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo empiezo? ¿Para qué me sirve lo que estudié? Infinidad de preguntas que sólo pueden ser salvadas por un PPP. Plan Primer Paso Profesional, la primera manera de demostrarte que no existe campo laboral para vos, que te mataste cinco o seis años estudiando y ahora nadie sabe dónde meterte, que te están haciendo el favor de generarte un puesto y, a cambio, debes cerrar el pico y cobrar la miseria que pueden darte. Por suerte, porque tengo que decir que no todo fue negativo, me tocó un clima laboral casi familiar, al principio. Estaba tan feliz que no importaban los 600 pesos. Y bueno, luego de demostrar aptitud pudimos quedarnos como empleadas de media jornada. Si bien nunca dejamos de tener el tilde de ‘secretarias’, ingresé con una compañera al mismo tiempo, podemos decir que algunas veces simularon considerarnos profesionales, que había momentos en los que fingíamos ejercer como licenciadas. Era hermoso, nos creíamos mil. Obviamente, cuando hubo un puesto auspicioso en la materia, llamaron a otro. Sí, era hombre. Y no, no sabía nada de nuestra profesión pero era obediente. Políticamente hablando digo, era un borrego.

Como la política nos dispone, esta institución tuvo su período de campaña donde la del desierto de Rosas fue un poroto. Tan lleno de caciques dando órdenes que creo que las indias éramos nosotras dos. Decisiones contrapuestas, desconociendo los mandatos de los demás y poniendo como únicos responsables a los empleados. Ahí sí que surfeamos. Hacer lo mínimo indispensable procurando que quede todo por escrito, para que fulano no se enoje. Igual llegaba mengano y algo encontraba para recriminarnos. Entre ellos, chanchos amigos. Por supuesto la lista ganadora fue la oposición, es decir, la contra de quienes nos habían hecho ingresar con el PPP. Entonces, acá les dejo otra máxima: Si en las elecciones de la entidad donde trabajás gana la lista con la que no te identifican, desconfiarán de vos por añadidura, hagas lo que hagas para demostrar lo contrario. Lo recontra afirmo porque de estas situaciones, ya viví muchas. Y les cuento más, la presión, el destrato, desafectarte profesionalmente, acosarte emocionalmente con calificativos peyorativos y mentir acerca de tu desempeño, son algunas de las tareas que se emprenden para desgastarte y que te vayas solito, sin que les cuestes una sola moneda. Entre paréntesis, este proceso no es inocente ni pasa desapercibido. En mi caso lo acompañaron el insomnio, dolor de cabeza, contracturas musculares que me dejaron en la cama, gastritis que me provocaron desmayos, y la bendita carpeta psiquiátrica que me posibilitó tomar distancia, descansar y darme cuenta de que no quiero ser así. ¿Se entiende que consiguieron lo que querían? Antes habían hecho exactamente lo mismo con otro gran compañero. Acá podría poner esa canción de Perales que dice: Y se marchó… Me fui estimados, buscando un camino apto para sensibles.

Decido, por fin, largarme por mi cuenta y entro al mundo monotributista. Esto es, a la indigencia. Porque, digamos las cosas como son, el monotributo es una mierda. Es cierto que hay sitios que lo utilizan bien, para una eventual contratación, que eso creo que es para lo que aplica. Repito, tampoco nadie me explicó nada al respecto, sólo te dicen tenés que facturar. Pero, ¿para qué? ¿Para quiénes? ¿En qué casos corresponde hacerlo? ¿Cuándo se están extralimitando los empleadores y no corresponde? Hace ya 4 años que estoy dependiendo de esta formalidad, no tengo vacaciones, me pago sola la obra social, no tengo aguinaldo, no tengo bonos, ni antigüedad. Entonces, ¿cuál era el beneficio de ser monotributista? Ah sí, el de los jefes. A una empresa, mi socia y yo, le facturamos durante unos 10 años, trabajo free lance le dicen. ¡Un día cambiaron las autoridades y pumba! Lo que ya les conté, nos rajaron. Sin mediar posibilidad de probar cómo trabajamos en equipo con ellos. Sin oportunidad, qué linda palabra.

¿Eso estaría bien? ¿Quién me ampara? ¿Quién controla y les dice, muchachos esto no se puede hacer? ¿A quién recurrir? Perdón, reformulo la pregunta: ¿A quién recurrir para conservar tu trabajo, que no te echen ni te acosen y realmente se mejore tu condición de contratación? Re pesimista yo pero, si fuese una cosa mía únicamente me callaría la boca. Me canso de ver a amigos de mi generación, a los que nos enseñaron que el trabajo es el valor primordial de la vida y hay que agachar la cabeza y acatar órdenes cueste lo que cueste; contándome de jefes abusivos, explotadores, soberbios y ventajeros. No me pasa a mi sola. Eso me contiene un poco, aunque me llena de impotencia. Detesto tanto las injusticias que les juro que me gustaría que Batman fuese real. Que pusiera en vereda a todos los corruptos. Bueno, no quedaría nadie en pie.

Ahora estoy en una situación similar: ganó la otra lista. Me permiten quedarme, sigo trabajando ahí pero el clima es horrendo. Entrelíneas se lee: ‘te estamos midiendo’; ‘no confiamos en vos ni en nadie’, ‘no te muevas, no respires, estás siendo observado por el sistema de cámaras infrarrojas que disparan rayos paralizadores si le pifiás en tu conducta’, eso es un chiste obvio (lo de los rayos). Pero creo que estamos tan cerca… Ya recibí acusaciones infundadas tanto de la lista que se fue como de la que llegó. Para mí serían calumnias e injurias, porque no hay pruebas primero, porque yo no me meto a ser más amiga de uno que de otro, no me interesa y la experiencia anterior me basta y me sobra. Y porque se basan en rumores y chismes. ¿O en propias especulaciones?

El otro día una colega publicó: ¡Cuando en el circo mandan los payasos, el domador salta en el aro de fuego… y se quema! ¿Y saben qué?, no hizo falta que me explique nada. Los grandes puestos están llenos de payasos, caciques o EDI. Así los bautizó una amiga: Enfermos de Importancia. ¿Tan desesperados de reconocimiento están que no dejan títeres con cabezas? ¿Tan formados en el egoísmo que no le interesa a nadie que somos seres humanos? Y les digo algo, las computadoras no resuelven todos los emergentes. Por más que se maten reemplazando personas, las computadoras responden a programas y algoritmos. Los algoritmos no te conforman, no contemplan todas las realidades y, por lo tanto, hacen aguas en la atención.

Gracias por este espacio de catarsis. ¡Hoy no me alcanzan los sueldos, ah momento!!!  no les dije: tengo 5 trabajos. Eso te permite el monotributo, tener infinidad de fuentes de ingreso y que no te alcance para pagarte una terapia psicológica. Habrán notado que la necesito. Les prometo que estoy trabajando en eso y seguiré haciéndolo. Digo, en el autoconocimiento, en salvar a las personas que no entran en esta descripción y en creer que es posible resguardar otros valores.

Me llevó años comprender el respeto, respetar a otros a los que nos les importa nada y tienen los mismos o más derechos que los que nos preocupamos por el prójimo. Agradezco la empatía de generar este espacio aunque no sea más que para reafirmarnos como diferentes. Los abrazo en esta diversidad.

 

María Clara Segura -  Ciudad de Córdoba  -  Actriz y Comunicadora – Administrativa-  -

RELATO:  13° Concurso SIN PRESIONES Expresión escrita de lxs trabajadorxs                                                                            Organizado por el ISLyMA de Córdoba, 2 de agosto de 2022

 

EL JURADO EXPRESO: En el texto se resalta la desigualdad de género, la precariedad en lo laboral y estrategias de acoso utilizadas más frecuentemente de lo que pareciera. El escrito muestra el desgano y descreimiento que generan condiciones de trabajo inestables y a su vez la dificultad de elaborar creativamente estas situaciones de modo individual.

La forma y contenido del relato son convocantes a la lectura: se siente su indignación, pero más que nada su descreimiento, se identifica a quienes están “del otro lado” y al sistema laboral que permite que pasen todas las injusticias que relata.

La autora se revela ante un status quo naturalizado en estas sociedades capitalistas en las que transitamos; intenta desnaturalizar lo naturalmente instituido; se confiesa descreída y a su vez, expectante en encontrarse con otrxs.

 

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